La maldición de la nostalgia
- Marta Granja Barrero
- 20 dic 2021
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 28 dic 2021
Esta emoción nos inunda día a día inconscientemente. Vemos series o películas que nos recuerdan la vida que teníamos antes y pensamos que ojalá volviéramos a ese tiempo en el que todo parecía perfecto

La nostalgia, ese sentimiento agridulce. Esta emoción ha hecho cosas increíbles, cosas que nunca pensábamos que ocurrirían, como por ejemplo que volvieran Los Hombres de Paco o Los Protegidos con nuevas temporadas. Sin embargo, no solo se aplica a nuevas versiones de producciones ya realizadas y más que cerradas, sino que este fenómeno también tiene lugar en la recuperación de antiguos productos para volver a emitirlos. En este último caso, se vuelven a emitir series de hace dos o tres décadas en plataformas streaming, algunos de los ejemplos más recientes son Compañeros en Amazon Prime Vídeo y Un paso adelante en Netflix. No obstante, este hecho tiene un motivo oculto.

Hacemos tanto esfuerzo por escapar de nuestra realidad actual, que nos aferramos con fuerza a lo que ya conocemos: el pasado. A este fenómeno psicológico se le denomina Retrospección idílica o de color de rosa. Concretamente, consiste en recordar el pasado de una forma exageradamente positiva. Numerosas empresas se han aprovechado de este acontecimiento para aumentar sus ventas. Uno de los máximos exponentes de este hecho es Disney. Con los proliferantes live actions de sus películas animadas más famosas ha marcado a la generación digital, y a su vez, ha entusiasmado a las generaciones anteriores que crecieron con esas producciones de animación.

Este tipo de empresas ganan dinero a costa de jugar con nuestros sentimientos e ilusiones, pues estas emociones son el verdadero producto que ofrecen al mundo sin que nos demos cuenta. Pero, ¿hasta qué punto es sano consumir sentimientos basados en nuestras propias memorias? Nos estamos quedando estancados, sin avanzar, sin luchar por un futuro mejor; todo por no saber cómo aceptar la situación actual y evadirnos de la realidad en la que vivimos.
Los seres humanos somos débiles ante lo que nos hace sentir bien, pero no somos conscientes de que también es necesario sentirnos mal de vez en cuando, tiene que haber equidad para nuestro bienestar. Sin embargo, la sociedad es capitalista y consumista, sí, aunque sea de emociones. Esta es otra actitud de la que se alimentan las grandes productoras, por lo que ¿la industria del entretenimiento es la verdadera culpable o somos los propios consumidores? Se trata de una espiral sin fin en la que hay buenas intenciones y malas actitudes en ambas partes, pero carente de conclusiones firmes.
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